Augusto, el primer emperador romano, nació el 23 de septiembre del año 63 a.C. y falleció el 19 de agosto del 14 d.C. (75 años). Conocido por ser el primero en ostentar el título de emperador y ser de los principales partícipes del crecimiento del Imperio Romano, Augusto es uno de los personajes históricos más importantes e icónicos que se han conocido. Su historia se ve marcada por su gran capacidad para gobernar y por comienzo de una larga paz romana, siendo durante su gobierno cuando en el Imperio Romano cesó la guerra civil, pero por supuesto, no sin antes haber derramado algunas gotas de sangre. A continuación, conoceremos su historia.
Primeros años
Nació en Roma con el nombre de Cayo Octavio Turino. Su padre, militar y gobernante de Macedonia, y su madre la sobrina de la entonces figura más aclamada por el pueblo (Julio César) y con más influencia política. Aunque a lo largo de su vida fue muy poderoso, sus orígenes fueron mucho menos ostentosos. Fue criado en la ciudad de Velletri. A los 4 años de edad quedó huérfano de padre, y Octavio fue criado por su abuela materna. En el año 52 o 51 a.C. (no se sabe con precisión), fallece su abuela y su madre y padrastro (cónsul para la época) asumen mayor responsabilidad en su crianza, siendo su padrastro quien lo educó con sólida disciplina.
Augusto. Edición por Escueladeletras.com. Original por Till Niermann a través de Wikimedia Commons.
Con el paso de los años, Octavio daba indicios de tener talento para llevar a cabo responsabilidades, y su madurez le llevó a querer unirse a las tropas del mencionado hombre con gran influencia política y social: Julio César. Después de demostrar su valía, Julio César (en adelante César) permitió que compartiera su carro con él.
Un tiempo después, cuando César volvió a Roma, declaró secretamente en su testamento a Octavio como su principal heredero.
Comienza a surgir el futuro emperador
Para cuando Julio César fue asesinado, Octavio se encontraba en entrenamiento militar. Al enterarse de que era el heredero del gran Julio César, decidió que no sólo heredaría tres cuartas partes de su fortuna, sino que sería su sucesor político. Valiéndose de su título como heredero de Julio César, e incluso tomando su nombre en consecuencia, y gracias al poder económico que logró, se hizo con un gran poder militar que simpatizantes veteranos de Julio César le proveían, comenzando así con el poderío militar que caracterizaría su figura. Esto con el objetivo de llegar a Roma por lo alto, con la intención de entrar de lleno en de la política y los cargos gubernamentales. Así pues, para junio del año 44 a.C., con 19 años de edad ya contaba con un ejército de 3.000 veteranos.
Al llegar a Roma, encontró a Marco Antonio (que al tener similares actividades mantenía relación con Julio César), quien les había dado a los asesinos del último la amnistía. Marco Antonio (en adelante Antonio), contaba con gran apoyo, excepto de algunos partidarios de César, que no estaban conformes con algunas de sus decisiones como cónsul, entre ellas haber rechazado la propuesta de elevar a Julio César como divinidad.
Octavio, valiéndose de las debilidades políticas de Antonio, logró el apoyo político de muchos simpatizantes de César, quienes le apoyaron frente a Antonio, pensando que era más fácil de manipular, y Antonio, sabiendo que Octavio contaba con fuerza militar, se sintió en peligro y decidió abandonar la ciudad, no sin antes intentar tener dominio sobre uno de los territorios que habían sido otorgados a uno de los asesinos de César.
Antonio, pretendiendo hacer valer esto, sitió a Bruto (uno de los asesinos) con la intención de conseguir el dominio de la ciudad Galia Cisalpina, ante lo cual el senado envió a Octavio, junto con otros dos cónsules, al mando del ejército a detener las acciones de Antonio, produciéndose el primer enfrentamiento entre ambos, después del cual Antonio huyó y ambos cónsules que acompañaban a Octavio murieron, quedando así este último como el líder de la fuerza militar. Después de estos sucesos, Octavio fue nombrado Cónsul.
Entretanto, Antonio formó una alianza con otro líder cesariano, Lépido. Sin embargo, con el fin de evitar más división entre los simpatizantes cesarianos, los tres formaron una alianza que fue llamada el Segundo Triunvirato. Luego de este acuerdo, persiguieron y por lo tanto exiliaron o asesinaron a los responsables del asesinato de Julio Cesar.
Destaca Octavio y nace Augusto
Tras reconocer el Senado a Julio César como una divinidad, Octavio capitalizó esto para autoproclamarse el hijo del dios. Es importante destacar que, al terminar una de las batallas contra los asesinos de César, Octavio no mostró piedad alguna contra el ejército y allegados de los rebeldes, marcando así una etapa que le costó críticas a nivel político y social.
Luego de esto, el Triunvirato llevó a cabo una repartición de los territorios más importantes del Imperio y Antonio se orientó hacia Egipto, donde se alió y casó con la reina Cleopatra VII.
Posteriormente a que parte del ejército de Lépido buscara a Octavio motivo de sus recompensas monetarias y promesas, el Imperio quedó dividido en Imperio Romano de Oriente (Antonio) y de Occidente (Octavio). Finalmente esta situación dio pie a la guerra entre ambos que acabó con la Batalla de Accio, tras la cual Antonio y Cleopatra, principales líderes de Oriente, se suicidaron, finalizando así Octavio con su principal amenaza política.
Unos años después, y tras varios movimientos políticos, el Senado le otorga a Octavio el recién creado título de Augusto (El Ilustre), tras lo cual se convertiría en aquel que supervisaría a los demás funcionarios y quien regiría definitivamente al ejército además de tomar las decisiones importantes.
Muerte
El 19 de agosto del año 14 d.C., murió Augusto, el primer emperador romano, dejando como principal heredero a su sobrino Tiberio, a quien había adoptado y quien asumiría, a su vez, el poder como próximo emperador de Roma.
Entre sus principales logros como gobernante, destacaron la expansión del Imperio Romano a límites que jamás había llegado, convirtiéndose así en el Gran Imperio Romano. Se caracterizó antes y durante su reinado por disponer de, incluso, sus propios fondos para financiar obras, ceremonias o iniciativas sociales. Adicionalmente, consciente de la importancia de que la plebe estuviera entretenida, les brindaba espectáculos traídos de los lugares más lejanos del Imperio, lo que influyó en su popularidad.