Conocido como sermocinación o sermocinatio, el dialogismo es una figura retórica que se utiliza en la literatura, para expresar con palabras propias de una determinada región o país, la forma de hablar de sus habitantes.
De tal forma, que da la impresión de que está conversando con ella misma o habla de ella en tercera persona. Además, el dialogismo retórico es ampliamente utilizado dentro de escritos filosóficos. Algunos ejemplos de dialogismo se pueden encontrar en textos de Socráticos y Platónicos.
Por otra parte, el dialogismo es un sustantivo que puede hacer referencia a personas, objetos, sensaciones, entre otros, en una determinada realidad o contexto. Asimismo, etimológicamente hablando esta palabra proviene del latín dialogismus y del griego διαλογισμός.
Ejemplos de Dialogismo
- Lo mire y mi perro me dijo: ¿Qué esperas para pararte de ahí y venir a dormir? Y de vuelta le conteste: espera un poquito, ya casi culmino mi bebé.
- Y con los ojos llenos de lagrimas me mire al espejo pensando que estúpida has sido deja ya de llorar, deja ya los lamentos.
- Como un susurro en el alba, por allá donde cae la noche mi amado grito: ¡mi amada venid, venid! y se conmigo lo que tu corazón esconde.
- Po’ alla an delantico donde está el cuji reverdecido allá está la ñora atendiendo a los cabritos, dándole su comiita po’ que están enambresidos.
- Ven y acércate un poco más decían los arroyos que pasaban mientras los arboles intranquilos inclinaban sus ramas para impedir mi paso.
- Como ráfagas se oían los lamentos de un niño que desconozco, pero que no dejaba de acecharme. ¿Madre, Madre dónde estás? Eran las palabras de aquel pequeño con figura fantasmal que había salido de mis pesadillas para no dejarme en paz.
- ¿Por qué tardas tanto?… escucho ese llamado desde los años de mi infancia. – ¿Acaso ya no me recuerdas?… Lo siento es difícil recordar aquello que nunca existió, repito con dudas cada vez que me pierdo en esta realidad imaginaria.
- La señito de la esquina alegremente me saluda, adiós mijito te veo a la vuelta. No sé qué tanto me conoce, pero su sonrisa es capaz de alegrarle el día a cualquiera.
- La noche oscurece con el pasar de las horas… déjame madre digo en voz alta mientras siento como me toca la cara. Baja la luz de la lámpara y déjame, déjame perderme en un mundo de sueños lleno de tranquilidad.
- ¿Qué pasa con las horas de amor que hemos pasado? Es lo único que pienso cuando miro el espejo los recuerdos que se han marchado. A veces hasta siento, que responde con ironía “la culpa es tuya, no ha sido mía”.