Muchos historiadores coinciden al decir que Abderramán III (Su nombre completo es Abd al-Rahmán ibn Muhámmad) ha sido uno de los gobernantes más destacados de la Historia Universal. Este califa contaba con una personalidad arrolladora y poseía características y habilidades muy importantes para un gobernador.
Por ejemplo, contaba con una astucia que muy pocos igualaban, un nivel educativo y cultural sobresaliente, era brillante. Pero a su vez también poseía un talante violento, cruel e impetuoso que lo hacían ser en ocasiones excesivamente arriesgado y decidido. Estas características tan disimiles lo hacían un hombre temible, sobre todo en una época tan agitada como lo fue la Edad Media.
Abderramán III. Edición por Escueladeletras.com. Original por Jin waifu a través de Wikimedia Commons.
Nació el 7 de Enero del 891 pero los inicios de la vida de Abderramán no fueron muy agradables, ya que estuvieron definidos por la violencia y las intrigas. En especial dentro del palacio (hay que recordar que él era nieto del Emir Abd Allah I), por lo cual era propenso a complots y situaciones desfavorables.
Cuenta la leyenda que el Emir ordenó matar a su propio hijo (padre de Abderramán), el asesino era otro de sus hijos y tío de Abderramán. Al quedar el niño huérfano su abuelo lo adoptó y lo nombró sucesor a su cargo de Emir. Este asume el cargo con solo 21 años en el año 912.
¿Cómo fueron sus inicios como Emir?
Abderramán III se convirtió en Emir de Córdoba (Emirato de Al-Ándalus) pero más en sentido simbólico que de modo efectivo. En todo el emirato abundaba la desunión y la manera independiente en la que trabajaban los autoritarios particulares que dominaban de forma descontrolada las ciudades, entorpeciendo el trabajo y control del Emir. Este solo gobernaba de forma efectiva y eficaz en los alrededores de Córdoba.
En los primeros años de su gobierno se le dio importancia a reprimir y eliminar los focos rebeldes para poder unificar las provincias andalusíes que se encontraban bajo su dominio. El hecho más resaltante de esta época es cuando fue derrotado Omar al Hafsún quien se consideraba dueño y señor de la parte oriental de Andalucía. También es recordado el momento en que Abderramán logra que el territorio de Toledo se someta a su mandato.
Asimismo, tuvo que enfrentarse a los cristianos del norte. Durante esta época hubieron altibajos en sus enfrentamientos. Su victoria más reconocidas fue la de Valdejunquera y una de sus derrotas más nefastas fue la de Simancas. Pero contra todo pronóstico, él tuvo la capacidad de servir de mediador entre los reinos y condados del cristianismo.
Todo esto trajo como consecuencia que Abderramán III cortara todos los nexos existentes con el Califato Absida de Bagdad y se autoproclamara Califa. Es decir, ya no solo era el Gobernador de los territorios creyentes, sino que se convirtió también en líder espiritual, razón por la cual Córdoba adquirió una reputación que fue reconocida por todo el mundo.
Participación del Califa Abderramán III en la expansión del emirato
Durante los primeros años hubo una gran cantidad de enfrentamientos y pugnas en todo el territorio del emirato. Existieron fuertes enfrentamientos contra Omar al Hafsún y la coalición que éste logró establecer con los muladíes y los mozárabes. También luchó contra los reinos cristianos del norte, los fatimíes del norte africano y todo aquel líder territorial que lo desconsiderara como Emir de Córdoba.
La mayoría de estos enfrentamientos y luchas fueron heredados del antecesor Emir, y se mantuvieron hasta la creación del reino de Granada. Además, esta situación conflictiva es una manifestación de los cambios que ocurrían dentro del Islam y Andalucía.
Centrándonos en la ascensión al trono de Abderramán III, se ha de tener presente que él llegó al poder por orden de su abuelo, sin tener en cuenta a sus tíos. Esto ya suponía que iba a traer una gran cantidad de conflictos, focos rebeldes y múltiples conspiraciones. Pero el joven Emir no se dejó amilanar por esta situación, sino que desarrolló un plan para acabar con cada una de estas situaciones combativas y ejercer su poder.
Primero resolvió la situación rebelde que se experimentaba en los territorios del Bereber Caracuel y Écija, después elimino la amenaza que suponían los muladíes que se encontraban dominando las tierras de Jaén y Elvira. En Granada tuvo una fuerte resistencia pero finalmente fue controlada de manera eficaz. Continuarían las rendiciones de Sevilla, Carmona, Niebla, Valencia, Murcia y finalmente Almería.
A pesar de los conflictos y situaciones Abderramán III quería establecer la paz en el Emirato, por lo cual buscaba guiar las energías de rebeldes potenciales y demostrarles lo benéfico que era para ellos someterse a la autoridad del Emir. Se enfrentó a los rebeldes que se encontraba en el su trayecto desde Córdoba hasta Pamplona.
La trascendencia del califato de Abderramán III
tras haber contenido a los focos rebeldes y establecer su autoridad plena como Emir, Abderramán III decide autoproclamarse Califa, con lo cual deja atrás el Califato Abásida y neutraliza al Califa Fatimí (del Norte de África), quien se había proclamado Califa desde hacia veinte de años.
Antes de establecer el califato formalmente, el Emir ya había mandado a acuñar monedas con su imagen a modo de manifestación de su soberanía y había desarrollado una serie de actividades que enaltecían su gobierno. Sin embargo, estas acciones no impresionaron a los poderes rebeldes más bien aumentaron su aprehensión contra el joven Emir. Pues él quería centralizar el poder y ejercer su poder en todas las tierras.
Durante su califato ocurrieron una gran cantidad de enfrentamientos bélicos que ocupaban terrenos como los de Zaragoza, el norte de África, Navarra y otras poblaciones de importancia. Para finales de 936 se quiso establecer la sede administrativa y política del califato el Medinat-al-Zahra.
El fin de su vida
Así transcurrieron los años entre conflictos, alianzas, engaños, traiciones y luchas de poder, hasta que en la Batalla de Simancas es derrotado y dado muerte por Ramiro II de León. Murió en Medina Azahara el 15 de octubre del 961, a los 73 años de edad, tras un reinado de 50 años.
Su califato se distingue del resto por haber sido un ejemplo de poder, fuerza y estrategia. Cabe destacar que Abderramán III gobernó durante medio siglo y vivió setenta y tres años, lo que indica que pasó toda su vida gobernado y conquistando territorios.